La Eucaristía es el sacramento del amor

Autor: Juan Pablo II

¡Queridos hermanos y hermanas!

La Eucaristía es el principio de una nueva humanidad y del mundo renovado, cuya plena manifestación tendrá lugar al final de la historia. Sin embargo, ya desde ahora, crece como semilla y levadura del Reino de Dios.

Carácter distintivo de la nueva humanidad redimida por Cristo es la plenitud del amor fraterno. En realidad, la Eucaristía es el Sacramento del amor por excelencia, entendido como don de sí. Sin el alimento espiritual que proviene del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, el amor humano queda siempre contaminado por el egoísmo. La comunión con el Pan del cielo, por el contrario, convierte los corazones e infunde en ellos la capacidad de amar como nos ha amado Jesús.

«Comunión»: esta palabra con la que con frecuencia nos referimos a la Eucaristía es, en este sentido, sumamente significativa. Quien recibe con fe el Cuerpo de Cristo se une íntimamente a Él, y en Él, a Dios Padre, en el amor del Espíritu Santo. Dios en el hombre, el hombre en Dios. Y esto se convierte en el auténtico fundamento de la comunión en la Iglesia. Como escribe el apóstol Pablo a los Corintios: «Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Cor 10,17).

Jesús, Pan de vida eterna, ha bajado del cielo gracias a la fe de María Santísima. Después de haberle llevado en su seno con inefable amor, siguió fielmente al Verbo encarnado hasta la cruz y la resurrección.

Pidamos a María que nos ayude a redescubrir el carácter central de la Eucaristía, especialmente en el día del Señor, para vivir en plenitud la comunión fraterna. Pidámosle a ella, además, que nos conduzca hacia la unidad.