Amor de Cristo al quedarse en el pan y vino

Autor: Máximo Alvarez Rodriguez 

 


La celebración de la Misa, aunque sea tan sólo una vez a la semana, no deja de ser una ocasión para salir de la rutina.

No sé en qué pensaría Jesucristo cuando en la Ultima Cena decidió hacerse presente en el pan y en el vino y mandó que a lo largo de los siglos hiciéramos lo mismo en memoria suya. Pero al hablar a los ancianos intenté hacerles comprender el amor tan grande de Jesús que, gracias al sacramento de la Eucaristía, está tan cerca de ellos. Más aun, se queda en el sagrario de la capilla, como si fuera un residente más. Si alguien pregunta cuánta gente hay en este centro, habría que añadir uno. Aunque, desgraciadamente, no es fácil que la gente se dé cuenta de ello.

Es una pena que un amor tan grande como el que llevó a Jesucristo a quedarse con nosotros bajo las humildes especies del pan y del vino, no siempre sea correspondido como se merece o, lo que es peor, que con tanta frecuencia sea olvidado o incluso despreciado.

En la mayoría de nuestros pueblos tiene lugar la fiesta sacramental con su respectiva procesión, a veces maratoniana. Bajo un sol de plomo se hace un largo recorrido, porque todo el mudo quiere que la procesión pase por delante de su casa. No es un mal deseo si uno es consciente de lo que realmente significa. Aunque a veces uno tiene dudas de si entenderán que es el mismo Jesús quien transita por nuestras calles. Tal vez a muchos les llame más la atención la banda de música, el grupo de gaiteros o en el mejor de los casos la imagen de algún santo o santa que acompaña o hace la competencia al Santísimo.

En cualquiera de los casos hay que decir que Dios está aqui, que Jesucristo habita en la residencia de ancianos, en la pequeña aldea o en la gran urbe y que de cuando en cuando sale por nuestras calles y plazas. Y lo que es más admirable aun, que entra dentro de nosotros, haciéndose carne de nuestra carne. Se dijo en el Vaticano II que la Eucaristía es el centro de la vida cristiana. Lo que está claro es que es la maravilla más grande de la que pueda disfrutar un ser humano en este mundo. Otra cosa es que muchos no lo hayan descubierto.